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46 años sin fiebre Ver más grande

46 años de fiebre

José María Espinar Mesa-Moles

9788418813344

Nuevo producto

46 años de fiebre es una mirada profunda, honesta y esperanzada a la crisis de los 40.

Más detalles

14,00 € impuestos inc.

Ficha técnica

GéneroPoesía
Peso140
Páginas80
Medidas (cm x cm)15 x 22
EncuadernaciónRústica

Más

Ya están aquí.

Los esperaba desde hacía tiempo.

Han llegado como truenos

tropezando

al entrar por un lateral del escenario.

Salvo aquella vez

en la que pasé tres meses hospitalizado

con el vientre abierto y comido por los gusanos,

puedo afirmar que cumplir los cuarenta y seis

era una apuesta segura.

«¿Y ahora qué?», me susurro cada mañana

al contar los intersticios luminiscentes de la persiana.

Los amaneceres llegan al dormitorio

precisos, puntuales, mecánicos.

El destino burgués y su vocación de relojero…

Una mujer maravillosa me escogió

cuando yo aún era un borracho perdedor.

El trato fue sencillo:

juntos construiríamos una familia,

destilaríamos lágrimas y fermentaríamos alegrías.

Eso y nada de polinizar otras vaginas.

Tengo tres hijos como tres cortijos.

Corretean alrededor de mis rutinas

con la exaltación de cachorros

que persiguen el agua de una manguera.

La densidad expresiva de la literatura

me atrapa bajo su complejidad.

Hay vocaciones que se infectan

por culpa de la frustración,

dolores crónicos en la felicidad

a los que te acostumbras… a ratos.

Solo moriría por mi familia (aquí incluyo a un par de

[amigos);

por alguna que otra idea romántica, no todas;

y por el más simple de los actos heroicos: proteger al débil.

Ahora bien, habito una trinchera y

mato por la calidad de mis libros.

Los defiendo línea a línea, verso a verso, letra a letra.

Mi bando es el de la dignidad del arte, no el de los artistas

[dignísimos.

Aquí todo el mundo exige modernidades

y nadie reivindica a los clásicos.

Los enormes egos del rebaño esconden

colmillos devastados por el azúcar y la sangre.

Se le da más importancia al brocal que al hoyo.

Alguien debería dar un golpe sobre la mesa

y decir que la mayoría de los sentimientos

son sencillos, que no tiene mérito contar una historia,

que no es lo mismo escribir que ser escritor.

Alguien debería vestirse de Jesús, coger un látigo

y expulsar a las editoriales del templo de la creación.

¡Qué bajo ponemos el listón del alma

si juntar palabras supone ya un mérito destacable!

El talento nace en los pistilos salvajes del azafrán,

no bajo el comercio de los invernaderos plásticos.

Por las grietas que recorren esta tragedia,

pues tragedia es ver una sociedad aplastada

bajo los cascotes del consumo,

van perdiéndose verdaderas oportunidades.

Las sombras del fracaso se alimentan de luz,

tímida, insegura, acomplejada, pero luz.

No existe peor relativismo que aquel llamado moda.

No se trata de resentimiento, lo prometo a duras penas,

es la rabia y la desolación del jornalero

que mira al señorito a caballo

secándose el sudor con un pañuelo de seda blanco

mientras se queja de lo mucho que cuesta dirigir una plantación.

¡Qué triste resulta ver a los leones

arrinconados por las hienas!