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En este nuevo poemario de la autora palmera, la soledad se establece...
Mis ojos buscan eso que nos hace sacarnos los zapatos para ver si hay...
«No sé si soy ahora aquel de esta mañana. Alguien, envejecido, me ha robado mi imagen. Tengo como noticias de una vida pasada.Miro como si hubiese sollozado un paisaje.»
«Muere la luz sobre las lomas leves. A caballo el amor deja las calles y sale a la frescura de los huertos. Van juntos los amantes sorteando las ramas olorosas del manzano, la espina del zarzal, los vados bruscos.»
«Ahora que es noche y llueve, qué fantasmal colmena es el recuerdo para los que vivimos como pródigos, para estos pobres tontos egoístas que comen —atrás, ojos— unas piezas cobradas en doliente cacería, trofeos para barro y levadura del olvido. »
«Por entero, por llorar su verdad, porque no quiso bajar la voz, por más que con el dedo subrayaran con sangre sus palabras, aquí nos lo tuvieron.»
La afición de Diego por la música origina una de sus grandes composiciones: Preludio, aria y coda a Gabriel Fauré (1967), en la que Diego ha sido capaz de transmitir con sus versos la fuerza expresiva de la música.
Su poesía, divulgada en las páginas de la revista Escorial de Madrid cuando apenas contaba 22 años, empezó por cultivar un estrofismo clásico y una gran serenidad de concepto.
«No somos dueños del amor: amamos lo que podemos, pues la muerte y el amor no se escogen. Presentimos que los raudales de la soledad volverán a correr aún más copiosos, pero intentamos destronar la muerte con el beso.»
«No tengo miedo nombraros ya con vuestros nombres, cosas vivas, transitorias(Unidas sois un acorde de la eternidad; dispersas—nota a nota, nombre a nombre, fecha a fecha—, vais muriendo al son del tiempo que corre).»
«Al alba, mi amigo, al alba. Cuando los pájaros tienen temblor de luna en las alas. Cuando el aire se columpia muerto de risa en las ramas. Al alba, mi amigo, al alba.»
«Para que sepas lo que fui de niño voy a decirte toda la verdad. Para que sepas como fui, aún guardo mi retrato de entonces junto al mar...».
Con Arte de cetrería, un libro donde la vivencia personal y consciente como mujer se fusiona con la simbología de las aves de cetrería, su autora obtuvo el «Premio Juan Ramón Jiménez» en 1989.
Animales visionarios, emblemas, símbolos, alegorías, «zoología domesticada casi siempre y modesta pero genialmente reinventada por el poder creador del verbo», como dijo de estos poemas Gerardo Diego.